Ulises y las sirenas

Antes de irnos de la isla de Ea, Circe nos advirtió de que por el camino nos encontraríamos sirenas, y que tuviéramos cuidado con sus cantos, pues atraen al hombre, llevándolo a la muerte por ahogamiento. Pese a las advertencias, yo quería escucharlas cantar, así que ideé un plan para poder hacerlo.

Con algodones, mis compañeros se taparon los oídos. Después, les pedí que me atasen al mástil del barco, con los oídos destapados.  También les pedí que, por mucho que suplicase, no me desataran.

Pasamos por el tramo donde se encontraban las sirenas, y comencé a escuchar su canto. Suplique, imploré que me desataran, pero mis compañeros no lo hicieron y logramos salir ilesos de allí. Por otro lado, ante el rechazo sufrido, una de las sirenas debía morir y cumplir con su obligación. La sirena escogida fue Parténope, la cual se lanzó al mar y murió. Poco después, su cuerpo llegó a la costa y construyeron un templo en su honor, alrededor del cual se fundó la ciudad de Parténope, la actual Nápoles.




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