Ulises y el cíclope Polifemo
Después de sufrir un ataque por parte de los Cícones en Tracia, partimos con 72 hombres menos, y 12 vasijas llenas de vino que nos había regalado un sacerdote de Apolo, el último habitante vivo en Tracia. Atravesamos una tormenta que nos hizo desviarnos de la ruta y llegamos a la isla de los Cíclopes.
Desembarcamos 12 compañeros y yo, con una vasija de vino para regalarla.
Mis 12 compañeros decidieron coger todo lo que había en una cueva de la isla. Yo no estaba de acuerdo. De pronto, divisé a un cíclope, a Polifemo, que estaba ordeñando a sus ovejas. Polifemo vio que tenía compañía no deseada, y se comió a dos de mis compañeros. Ideé un plan para poder salir vivos de allí: emborracharle.
Le ofrecí el vino que había en la vasija y bebió con gusto. Preguntó mi nombre, para agradecerme por aquel vino delicioso y hacerme el favor de comerme el último. Entonces, contesté:
—Te digo mi nombre, si cumples lo prometido. Mi nombre es Nadie, así me llamó mi madre y así me llaman mis amigos.
Tras decir esto, el cíclope cayó rendido al suelo y aproveché para clavarle una estaca de olivo en su único ojo. Polifemo gritó hasta que sus hermanos lo escucharon. Ellos le preguntaron quién le hizo tal cosa y él respondió que Nadie le causó ese dolor.
Al día siguiente, Polifemo quitó la roca que cubría su cueva par sacar a su rebaño, y entonces pudimos escapar.
Desembarcamos 12 compañeros y yo, con una vasija de vino para regalarla.
Mis 12 compañeros decidieron coger todo lo que había en una cueva de la isla. Yo no estaba de acuerdo. De pronto, divisé a un cíclope, a Polifemo, que estaba ordeñando a sus ovejas. Polifemo vio que tenía compañía no deseada, y se comió a dos de mis compañeros. Ideé un plan para poder salir vivos de allí: emborracharle.
Le ofrecí el vino que había en la vasija y bebió con gusto. Preguntó mi nombre, para agradecerme por aquel vino delicioso y hacerme el favor de comerme el último. Entonces, contesté:
—Te digo mi nombre, si cumples lo prometido. Mi nombre es Nadie, así me llamó mi madre y así me llaman mis amigos.
Tras decir esto, el cíclope cayó rendido al suelo y aproveché para clavarle una estaca de olivo en su único ojo. Polifemo gritó hasta que sus hermanos lo escucharon. Ellos le preguntaron quién le hizo tal cosa y él respondió que Nadie le causó ese dolor.
Al día siguiente, Polifemo quitó la roca que cubría su cueva par sacar a su rebaño, y entonces pudimos escapar.
Falta la ilustración
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